sábado, 7 de marzo de 2009

Las emociones y las elecciones

Ahora que he dejado de pensar en la resolución del caso del asesinato de la Condesa de Astohandi y que mis neuronas vuelven a la quietud de los pensamientos cotidianos, he reflexionado sobre lo sucedido en la campaña electoral y sus resultados. Fíjate que casi puedo hablar de ello como si de anuncios de marketing se tratara porque veo a la política como algo cada vez más emocional y menos racional.

Recuerdo los inicios de la democracia cuando los discursos políticos estaban cargados de las ideas que cada bando defendía. Y se abanderaba un programa electoral, una puesta en escena de promesas, planes de mejora, futuros posibles de la sociedad. No es que esto haya cambiado mucho pero del grito "Programa, programa, programa" de Julio Anguita defendiendo el saber hacer de los políticos de izquierdas para ganar votos a la práctica desaparición de Esker Batua del mapa parlamentario actual pues algo ha cambiado.


Y lo que veo que ha cambiado es la forma de acceder al electorado. Caso Obama, ¿qué ha hecho que este hombre de color conquistara la Casa Blanca? pues que ha enamorado a su electorado y lo sigue haciendo con sus discursos en el congreso (porque hacer todavía no se le ha visto muy práctico que digamos). Los políticos deben entrar a las emociones, el acto de votar es un impulso emocional más que racional. Y quien no ha enamorado, no ha conseguido votos. Así de simple.

Hace tiempo, cuando BMW lanzó en 2006 su primer anuncio de coche sin enseñar el coche, mostrando sólo el gusto de conducir hasta el último anuncio de la Coca-Cola que se ha visto en el blog de Elenium donde beber refresco causa emoción, el marketing se ha lanzado a la carrera en la conquista de las emociones como acto de decisión para comprar, para votar, para ser persona.




No sé si esto es bueno o malo o todo lo contrario. No me decido. No sé si criticar esta nueva forma por lo poco racional que es o aplaudirla por lo emocional que es. Está todo mezclado. Lo que sí me exarceba es la manipulación de las emociones en favor del marketing y los intereses oscuros.

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